Entre más decidido que nunca a la botillería del rusio. Por fin era acreedor de la mayoría de edad, era adulto, podía comprar cigarros sin ningún miedo, remordimiento, etc.
Debo admitir que ese día desperté emocionado. Un tenue sudor me bañaba el cuerpo, sudor de calor y excitación por estar conciente de mis nuevas responsabilidades y mis nuevos privilegios, que ese día empezaría a ejercer “a la legal”
Una vez adentro las cosas no se hicieron más fáciles, sino que todo lo contrario. Mi intervención en la botillería que nunca me habían vendido algún producto para mayores de edad siendo menor de edad fue por decirlo menos difícil.
El objetivo era comprar cigarros, mis primeros cigarros siendo mayor de edad. No podía ser tan difícil, era tan simple como entrar y decir con seguridad: “Hola, ¿me vende una cajetilla de cigarros?” (En verdad decía: “¿Me da un [marca del cigarro] veinte?”, pero por cosas legales no puedo escribir el nombre del cigarro), pero era imposible que mi primera intervención en le mundo de la legalidad fuera fácil. Cuando me proponía a decir hola senté en el último respiro antes de anunciar mi llegada al lugar algo raro. No se bien que fue, lo único que me pude percatar fue que en lugar de decir “hola” dije algo así como “Jhoila”, es decir, me salió un gallito.
En ese instante el vendedor notó que había algo raro, pero sólo se imagino que era una simple descoordinación graciosa de mi voz, no fue capaz de dimensionar el gran acontecimiento del que estaba a punto de ser co-protagonista.
-Buenas tardes (dijo el hombre de la botillería con una tenue sonrisa en su cara por la sorpresa del mi gallito)
-¿Me vende una cajetilla de cigarros por favor?
En ese momento el Rusio notó que algo extraño pasaba, pues no era la primera vez que yo iba con la intención de comprar cigarros a ese lugar (sin éxito por ser menor de edad). Con su gran habilidad de comerciante, el vendedor se dio cuenta de inmediato de mis intenciones ese día. Sabía que más que cigarros, yo quería que me pidiera el carne de identidad para refregarle en su cara mi mayoría de edad.
Entrando en el juego, el vendedor dijo:
-¿tienes 18 años? déjame ver tu carnet.
En ese momento se terminó todo mi nerviosismo, puse mi mano en el trasero, saqué la billetera, la abrí, saqué mi cédula de identidad y se la mostré.
-Al fin ¿No?- me dijo el Rusio- Acá tienes tus cigarros ¿No quieres un encendedor?
lunes, 6 de octubre de 2008
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2 comentarios:
que suerteeeeeeeeee!!! yo creo que haría lo mismo! y sería la más feliz :P
yo pensé que ibas a abrir la billetera y no habias echado el carnet, eso hubiese sido notable, jaja...
Mmmm, cuando uno cumple 18, todas esas cosas prohibidas por ser menor de edad, pierden valor..
Ya comprar una revista XXX no tiene el mismo cosquilleo, que cuando uno lo hacia a los 17.
Es que no está ese " a la mala", "me van a pillar", " esto es ilegal"..
A los 18 todo se va al carajo, y la vida nos muestra su cara tal como es, sin mitos, sin prohibiciones...
A no ser que seas un ladrón y el cosquilleo de la ilegalidad , continue..
Saludosss
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